{Fuentes e influencias}
En este trabajo de introspección no he pasado por alto los puntos en común con otras formas transitadas, siempre como devenir de la exteriorización de aquello, en esa extraña y bella paradoja: el cuerpo como guerrero y a su vez el campo de batalla.
El Teatro: la mirada
En permanente búsqueda de lo monstruoso (para ser visto) porque un cuerpo decidido es un cuerpo ineludible, que desanuda la mirada de los otros para hacer de todo lo que pase por uno algo bello para uno y para los demás. La cotidianeidad como un acontecimiento estético.
Acerca de la cotidianeidad, cito las palabras de Cortázar :-“Siempre en torno a su mundo de juego, a esa grave ocupación que es jugar cuando se buscan otras puertas, otros accesos a lo no cotidiano. Simplemente para embellecer lo cotidiano al iluminarlo bruscamente. Sacarlo de sus casillas, definirlo de nuevo y mejor.”
Dice Alberto Ure:- “(los actores) no saben bien quiénes son, quieren ser otro aunque sea un rato y beneficiarse después con lo que los demás se imaginaron que eran. En ese momento de plenitud que necesitan y a veces alcanzan, aparecen siempre varias cosas: las palabras ajenas que les indican el camino, las certidumbres secretas que confirman cuando actúan y la dependencia mortal de la ilusión de quienes los miran. Es un juego pesado, para gente que es tan frágil en casi todas las otras cosas de la vida.”
Y es en relación a esto que establezco mi interrogante:
¿Qué es lo que en una foto siempre está velado?
El fotógrafo. Cuando uno lo busca, lo devela. La imagen revela al observador. El fotógrafo también recibe su exposición. Como si quién viese esa imagen pudiera saber dónde estoy a través de lo que hago y me agradeciera por meterme en sus imágenes, las mías. La foto me delata, delata mi punto de observación, mi perspectiva, un modo de mirar, mis afectos a partir de las afectaciones que me genera todo aquello que pase por mí, apropiándomelo, transubstanciándolo.
La Tela: la altura
No es casual que vea la presencia del concepto de altura en mis fotografías gracias a quienes me han visto en ellas, que me lo han hecho notar. Es cierto y parece ser mí cierto. Es una constante, al igual que el tiempo. Un romance, altura y tiempo.
Entonces, retomo aquellas ideas de cambiar la perspectiva de las cosas y de ser descubierta haciéndolo, porque la altura no sólo denota la ubicación de un referente, sino también de quien lo está observando.
El Teatro: la mirada
En permanente búsqueda de lo monstruoso (para ser visto) porque un cuerpo decidido es un cuerpo ineludible, que desanuda la mirada de los otros para hacer de todo lo que pase por uno algo bello para uno y para los demás. La cotidianeidad como un acontecimiento estético.
Acerca de la cotidianeidad, cito las palabras de Cortázar :-“Siempre en torno a su mundo de juego, a esa grave ocupación que es jugar cuando se buscan otras puertas, otros accesos a lo no cotidiano. Simplemente para embellecer lo cotidiano al iluminarlo bruscamente. Sacarlo de sus casillas, definirlo de nuevo y mejor.”
Dice Alberto Ure:- “(los actores) no saben bien quiénes son, quieren ser otro aunque sea un rato y beneficiarse después con lo que los demás se imaginaron que eran. En ese momento de plenitud que necesitan y a veces alcanzan, aparecen siempre varias cosas: las palabras ajenas que les indican el camino, las certidumbres secretas que confirman cuando actúan y la dependencia mortal de la ilusión de quienes los miran. Es un juego pesado, para gente que es tan frágil en casi todas las otras cosas de la vida.”
Y es en relación a esto que establezco mi interrogante:
¿Qué es lo que en una foto siempre está velado?
El fotógrafo. Cuando uno lo busca, lo devela. La imagen revela al observador. El fotógrafo también recibe su exposición. Como si quién viese esa imagen pudiera saber dónde estoy a través de lo que hago y me agradeciera por meterme en sus imágenes, las mías. La foto me delata, delata mi punto de observación, mi perspectiva, un modo de mirar, mis afectos a partir de las afectaciones que me genera todo aquello que pase por mí, apropiándomelo, transubstanciándolo.
La Tela: la altura
No es casual que vea la presencia del concepto de altura en mis fotografías gracias a quienes me han visto en ellas, que me lo han hecho notar. Es cierto y parece ser mí cierto. Es una constante, al igual que el tiempo. Un romance, altura y tiempo.
Entonces, retomo aquellas ideas de cambiar la perspectiva de las cosas y de ser descubierta haciéndolo, porque la altura no sólo denota la ubicación de un referente, sino también de quien lo está observando.
Es para mí, en definitiva, un modo de crear y ser creado, de construir y ser a su vez construído.
Magalí Rey
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